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El Denigrante trabajo de las Modelos Webcam

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El Denigrante trabajo de las Modelos Webcam

Hace un tiempo fue republicado en la revista SoHo el artículo «La Rutina de una prostituta virtual«. El texto de la escritora va en contra de todo lo que pienso y siento por el modejale webcam. Le envié esta carta:

Señorita periodista:

Quiero recordarle unas cosas, decirle otras, y animarla a leerlas en el espíritu recreativo, festivo, comunicativo,  con ese espíritu risueño que nos provocan los documentales de Los Simpson del Siglo 21.

Esa es la primera Señorita. Estamos en el Siglo 21, el siglo de las luces, el siglo de las tecnologías de la informática y la comunicación, (las llamaremos TIC de aquí en adelante) , de la globalización, del recreo, del goce, del esplendor del hedonismo, de las cámaras que llegan a todas partes, a su zaguán, a su sala, a su dormitorio, a su cama, a su baño, y hasta a su interior laberíntico, hermético, denso, brumoso, miedoso, bestial. Cámaras aquí y cámaras allá para verlo todo.

Eso hace hoy el internet. Eso hace hoy la red social. Facebook, YouTube, Instagram, twitter, y claro está nosotros tenemos webcam y penetramos con ellas el mundo, la otra cara del mundo, la otra cara de nuestras lunas, y metemos el lente en las entrañas del ser humano, y le mostramos al mundo lo que somos, y eso le gusta saber al mundo. Todos somos curiosos, todos somos fisgones, todos somos mirones, todos somos morbosos, larvados, no somos espíritus puros, o ¿usted si?

Es que,  defintivamente, Señorita, no somos espíritus puros. Usted escribió un artículo (pareciera que en el siglo del oscurantismo de la inquisición) en el siglo pasado, mentiras, hace apenas unos años, y lo refritó ahora, para ángeles, y lo escribió desde el cielo. Y sabe una cosa, lo escribió de espaldas a su subconsciente. A ese cuarto oscuro, tenebroso, miedoso, pero cierto que todos llevamos dentro de la bestia que nos habita.

Sabe, señorita, que hacemos nosotros: Entretenimiento. Le quitamos lo agresivo, lo sucio, lo dantesco, lo cultural mojigato e hipócrita, a un fenómeno natural, y lo hacemos recreativo. Lo hacemos con arte, con oficio, con gracia, inofensivo.

Pero su conservadurismo, no la deja ver las cosas así.

Usted ve arte en los desnudos picarescos y graciosos, artísticos y limpios de los desnudos de su revista, a la que pronto ha de dejar de pertenecer, para irse al ala derecha del Vaticano, a ayudarle a escribir los artículos doctrinarios sobre moral, al papa emérito, Benedicto XVI, pero ve vulgaridad y morbo en la presentación de nuestras artistas de lo erótico y sexual. Qué risa.

Mire señorita, nuestras modelos, en nuestros estudios, son profesionales de un oficio digno. No las alcanza el VIH, ni ninguna enfermedad infecto contagiosa, no las toca  el invisible perverso, que va a salir a montarse en Transmilenio o el Metro, a violar en los apretujones su víctima del día, no las viola, no las escupe, el ejecutivo “impecable” quien en su oficina se convierte en un perverso polimorfo, y obliga a su víctima a que lo divierta, el tumbado cuan largo es, solo con la corbata que ya le cuelga para atrás, a que a horcajadas la secretaria, una niña como cualquiera, de la clase media, deje sus heces expuestas en su pecho, y su uriñare (va en latín) su ácido úrico, su secreción liquida de los riñones, o como quiera llamarla,  le recorra en hilos por su cuello y haga con las lágrimas un hilo pestilente del silencio y de la oscuridad, y ese espectáculo, ese sí, vivo y real. Sabe señorita Periodista que nosotros tomamos de la mismísima realidad los temas para nuestras funciones artísticas.

Señorita, por dios, -me deja decirle así-, nosotros hacemos arte. Nosotros somos inofensivos, nosotros somos del siglo de las luces, del siglo de la recreación. Nosotros logramos en esa gran pantalla del éter invisible llegar a las cámaras que hoy están en todos los bolsillos, en todas las esquinas de los dormitorios, y hacer, quien lo creyera,  psicoterapia para la fantasía erótica, y así logramos  que se descarguen de vicios y podredumbre todos los seres humanos que acuden a nosotros en pos de auxilio para aligerar las cargas del inconsciente, que incluso, siendo usted angelical, también posee.

Vea Señorita: Tratar de destruirnos con discursos morales, desde falsas posturas éticas hipócritas, vaya paradoja, lo único que nos hace es una gran y muy buena propaganda.

Miles, millones, centenares de millones ven pornografía por internet. Su novio, usted misma, sus vecinos, etc., etc., etc., en un largo etcétera que tendría que llenar esta página de etcéteras para complacer a las matemáticas y a la objetividad. Hoy la pornografía sale del claustro gracias a las TIC (tecnologías de la informática y la comunicación) y salen a pesar de su discurso, y se instalan en la retina de todos.  Y sabe por qué, Señorita, porque no somos espíritus puros, porque nos habita una bestia, la que tenemos que saber domeñar, domesticar, controlar, así, con esos show que nosotros brindamos y no con sus discursos moralistas, que no alcanzan sino para hacerle el juego a la hipocresía de un mundo, que por esa cara oculta que llevamos a todas partes, se está desbarrancando. No es por nosotros que el mundo se está desbarrancando, se está desbarrancando por personas como usted que fingen posturas angelicales y sublimes que no son posibles por nuestra naturaleza y se dedican inútilmente a pontificar, y a escribir cantos de sirena a los que la humanidad, la de carne y hueso le hace oído sordo.

Nuestro show es artístico, como salido de la arena central del circo erótico del sol. Digno de verse, de entusiasmarse, de gozarse, de excitarse, de placerlo. Véalo con desprevenimiento, desprejuicidamente, inteligentemente, con ojos curiosos, los suyos propios. Los que le permiten disfrutar de la vida que es tan corta, de la luz que hoy gracias a las TIC y a nosotros, le podemos llevar a su celular, a su portátil, a su dormitorio, para que lo goce y si se acuesta con habito de monja, no importa, lleve su manita y acaricie su cuerpo, que es su casita cósmica, donde usted habita y habitará hasta su muerte, y que tiene muchos puntos de toque para su deleite y placer. ¡Y eso es natural, y muy divertido y travieso, además de inofensivo!

Nosotros nos perfeccionamos cada vez más, nos profesionalizamos cada vez más, nos hacemos más y más artísticos, más y más inofensivos, más y más inteligentes y más y más diversos y abiertos al mundo y la historia que nos tocó en suerte vivir. Somos ya una industria, seguimos las pautas del mundo civilizado, de los rumanos pioneros, de los franceses libres, de los americanos que se burlan hasta de ellos mismos con sus Simpson.  Nosotros somos una industria del entretenimiento. Le ruego señorita que nos entienda.

La invito a que se venga de ese mundo ideal, blanco y santurrón en el que usted dice vivir, a vivir en la realidad de la vida, y la invito, a que publique esta gracia escrita, paralela a la página oscura, esa si ofensiva, inquisidora y utópica de un banal escrito que usted escribió con su mano derecha, mientras vaya a saber dónde tenía su mano izquierda.

Me dio rabia, sí, me dio rabia, como el maestro de ceremonias que soy del circo erótico del sol leyendo su escrito y dije, cómo me vengo, y dije para mis adentros, escribiendo bellamente en defensa de nuestras artistas del erotismo, de nuestras modelos, mal que le duela, de nuestras bellas niñas que divierten, entretienen y recrean a cientos, miles de millones de ciudadanos del mundo, todos ellos, mamíferos, sexuados, y con ganas de diversión, recreación y placer.

Muchas gracias por leerme. Ojalá le arranque una sonrisa. Y bienvenida al Show de las estrellas.

Hasta otra oportunidad, Juan Bustos.

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