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Las fantasías de Apollonia

Confesiones SIN CENSURA

Las fantasías de Apollonia

Me llamo Apollonia, tengo 22 años y soy de un pequeño pueblo donde la doble moral está a flor de piel y a mí me encanta dar de qué hablar,  por lo que nunca me he cohibido de hacer lo que mi cuerpo me pide.

Debo confesar que a mis nueve años de edad, descubrí que mi inclinación sexual era por las mujeres, no me gustaban los hombres. Mi madre era una mujer creyente, por lo que me hacía una niña cohibida y con temores que para ese momento, solo eran engaños, pues iban en contra de lo que soy. Yo misma me prohibía, siquiera pensar en la posibilidad de que me gustara alguien, y menos de mi mismo sexo.

Pero como siempre he compartido el dicho de que lo prohibido es más rico, pues decidí disfrutar de esos placeres. Me masturbo pensando en mujeres, imagino sus labios besando mis senos, sus manos tocando mis muslos para llegar a tocar mi vagina. Y es ahí cuando mi mente perversa empieza a maquinar los más retorcidos deseos sexuales que puedan existir.

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Una de las fantasías que me revuelve el ser y me excita de una manera alocada, es el imaginar que estoy en una habitación con una hermosa, tierna e inocente niña virgen, llamada Atenea. De tan solo 18 años de edad, pero que aparente 16. Imagino que en el cuarto me acompaña un caballero alto, de ojos grandes con pestañas largas, de labios carnosos llamado Apolo.

Apollonia

Apolo es amigo de Atenea, por lo que me la ofrece para saciar mi deseo. Atenea es tan inocente, pero con tantas ganas de aprender, que quiere soltarse de esas cadenas religiosas y mitos de prejuicios, que tanto la atan.

Atenea y yo ya hemos jugado un rato, así que sabe que la deseo y quiero quitarle su virginidad, para convertirla en la más desenfrenada amante que podré tener. Por fin, entramos en materia, Atenea se desviste y se coloca una túnica blanca, Apolo y yo nos sentamos a esperar que ella esté lista, cuando lo está, mis piernas empiezan a temblar. Al ver a través de la túnica sus senos perfectos, el monte de venus intacto y puro, no me aguanto.

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Inmediatamente abrazo a Atenea y  beso sus labios, sintiendo como por en medio de mis piernas corre la humedad, mientras mi vagina palpita. Apolo está sentado masturbándose mientras ve el espectáculo. Introduzco mi mano en medio de las piernas de Atena y puedo palpar lo caliente que se encuentra, sus labios tiemblan al besarme; y yo estoy a punto de reventar. Tiro a Atenea a la cama, levanto la túnica y sus senos se asoman pidiéndome a gritos que los bese y mordisquee. Mientras mi boca está pegada succionando su seno derecho, mi mano derecha esta masturbando a Atenea en la vagina y con la mano izquierda la excito por su ano.

Apolo empieza a hacerme el sexo por detrás, mientras me introduzco un vibrador. En ese preciso instante, Atenea deja salir su primer orgasmo inundando mi mano, por detrás también logra llegar Apolo y me inunda con todo su esperma, y mientras esto ocurre, dejo salir mi chorro mojando absolutamente todo lo que se encuentra a mi alrededor.

Apollonia

Sin perder tiempo, suavemente introduzco mis dedos en la vagina de Atenea para quitarle su pureza y hacerla mía, ella no siente dolor, solo placer y me suplica que la penetre mientras la amarro con el cinturón y la hago mi sumisa. Sus palabras eran música para mis oídos, así que inmediatamente la sujeté, penetré y golpeé hasta que ambas llegamos al punto máximo del clímax.

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Mi fantasía con Atenea termina en que después de ese día, jamás la vuelvo a saber de ella y de Apolo,  para pasar a la siguiente fantasía que es tener sexo con mis suegros al mismo tiempo.

Apollonia

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