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Las modelos tienen el poder y son las que ordenan, no los clientes

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Entrevistas Escritas

Las modelos tienen el poder y son las que ordenan, no los clientes

 

Las confesiones de las camgirls, un excelente artículo presentado por Carlos Sánchez Rangel, periodista mexicano quien sin atisbo de moralidad mojigata, cuenta las historias de varios personajes de la industria webcam colombiana en la prestigiosa revista Don Juan. tercera parte.  

“Nosotras no hacemos lo que los hombres quieren. Ellos hacen lo que nosotras queremos. Si yo les digo que necesito mil dólares y me los envían, ¿quién manda? Si quiero mostrar las tetas, pero les digo que me tienen que mandar cincuenta dólares, y ellos me los dan, ¿quién está al mando…? Yo tengo el control”, dice Dani Picas: “Esto se trata de mujeres tomando el poder. Diciendo: no queremos que nos toquen, queremos que sea así, éstos son nuestros precios. Irónicamente, ellos creen que tienen el dominio”. Cuando se confronta a Brenda con la idea del machismo que hay en que una mujer obedezca a un hombre por dinero, ella frunce el ceño: “Si eres una periodista y tu jefe –que es hombre– te pide que escribas un texto y lo haces, no estás cediendo; es un trabajo por el cual te pagan y ya”.

Pero no fue tan fácil para todas hacerse del control. “Al principio me pasaba que si el hombre me ordenaba ‘póngase en cuatro’, yo me ponía; si me pedía que hiciera tal cosa, yo la hacía. Pero llega un punto en el que dices: basta, no más. Usted va a hacer lo que yo diga. La experiencia te enseña que tu cuerpo y tu mente tienen límites, y es en ese momento en el que aprendes que no todo es por el dinero”, relata Flora. En general coinciden en que los hombres que conocen por internet son distintos. Se preocupan más por saber de ellas, por hablar. En cambio, los tipos que las conocen en la vida real intentan llevárselas a la cama en la primera cita por un cálculo erróneo de que “si se desnuda por la cámara debe ser fácil”. La mayoría tiene anécdotas al respecto. “Los hombres son medio brutos”, dice Flora, pero Stephanie Mwarnert, que a sus 21 años es una de las modelos web más famosas de Colombia, es más directa: “Piensan eso porque tienen la cabeza en el pene”.

“Conocí a un holandés hace tiempo. Era un hombre muy interesante. Hablaba cinco idiomas, pero era muy solo, trabajaba todo el día. Entraba a mi sala para charlar, me contaba de su día. Gracias a él hablo inglés y un poco de italiano y holandés. Un día no volvió más. Al cabo de un tiempo apareció de nuevo. Le pregunté por su ausencia y me contestó que era el hijo”, cuenta Tamara Wonder, una mujer de 34 con dos hijos y camgirl desde hace tres años. Sorprendida, Tamara le preguntó qué hacía con una cuenta que no era suya. El hombre le explicó que su padre había muerto y él había visto que su nombre, Tamara, estaba en sus favoritos y que charlaban casi diario. Después le dijo: “Quiero agradecerte porque tú acompañaste a mi papá durante el tiempo que lo dejé solo. Yo sé que a él le habría gustado que supieras que falleció”. Han pasado ya varios meses, pero Tamara sigue sorprendida.

Mucho de lo que ocurre frente a una cámara web está lejos del sexo, el desnudo y la masturbación. “Es vida cotidiana, compartir lo que te pasa en el día a día”, explica Stephanie. “Tengo un usuario de Nueva Zelanda que es físico-matemático. A veces pasamos dos horas hablando de física cuántica, de descubrimientos de la NASA… suena muy ñoño, pero así es en ocasiones”, cuenta. Y claro que eso es rentable. “Aunque hay muchas chicas en las páginas de webcam que jamás se quitan la ropa, no muestran ni una rodilla, y aun así les dan muchos tokens. Yo les llamo las rockstars”, se ríe Flora. Tal vez es por eso que son tan exitosas las clases de zumba y las sesiones de yoga que Brenda transmite cuando no tiene ganas de quitarse la ropa. “Muchos no lo creen, pero las personas que me dan más dinero lo hacen porque les hablo, no porque me desnude. Hay que romper con la idea de que todos te quieren para que te masturbes -dice nani-. Un marine de Estados Unidos me dio 500 dólares de un sólo golpe en cierta ocasión. Es impresionante cómo esa gente tan solitaria da tanto por un poquitico de cariño”.

Es cierto que muchos hombres llegan a esos sitios web atraídos por lo sexual, pero no es eso necesariamente lo que los retiene. “Puedes ser una chica bonita con un cuerpo lindísimo, pero si no haces amigos, si no permites que te conozcan, después de unos meses no ganarás ni un centavo. Eras un par de tetas y la gente ya se cansó de verlas tanto”, dice Stefa Daniels, que vive en Medellín. Flora Bella cree que hay una concepción general de que las camgirls son lindas y brutas y solo sirven para desnudarse. Es otra idea equivocada. El contacto rutinario con personas de todo el mundo dota a estas chicas de una cultura general bastante amplia. ¿Cuál es la capital de Australia?, le pregunto abruptamente. Su respuesta es instantánea: “Canberra”. ¿Sabía usted eso?

Hay otro dato que tampoco puede negarse: todas estas chicas llegaron a esta profesión atraídas por el dinero. Ninguna, sin embargo, se quedó por esa razón. A Camila, por ejemplo, no le gustaba el trabajo. Al año lo dejó. A muchísimas no sólo les gusta: les encanta. “Me fascina estar online y saber que tengo el control sobre 600 personas. Disfruto las fantasías que tengo con los hombres por medio de la cámara”, dice Flora. “A mí me da placer lo que hago, desde tocarme hasta hablar con la gente y que me hagan reír. En el tiempo que paso frente a la cámara soy feliz”, cuenta Sofía Kitty, de Manizales.

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