Connect with us

Doble Moral: No soy modelo webcam por falta de afecto sino porque quiero

Webcam

Entrevistas Escritas

Doble Moral: No soy modelo webcam por falta de afecto sino porque quiero

Cuarta y ultima parte de «Las confesiones de las camgirls», un excelente artículo presentado por Carlos Sánchez Rangel, periodista mexicano quien sin atisbo de moralidad mojigata, cuenta las historias de varios personajes de la industria webcam colombiana en la prestigiosa revista Don Juan.   

Claro, hay dinero en esto, pero no es plata fácil. “Si la gente entendiera lo difícil que es este trabajo volverían a preguntarse por qué lo hacemos. Y volverían a llegar a las mismas conclusiones absurdas: obviamente tuvieron problemas con su papi; obviamente están desesperadas… Me parece estúpido”, dice Dani. Para quienes dudan que alguien pueda querer y disfrutar esta profesión suele ser común acudir a esas conclusiones. Ninguna de estas camgirls, sin embargo, está de acuerdo. Sofía Storm dice: “Yo tengo el mejor papá y la mejor mamá del mundo. Fui a buenos colegios y habría podido conseguir otro trabajo, pero escogí ser modelo webcam”. Tampoco se percibe falta de cariño en el hogar de Brenda, que a sus 27 sigue viviendo con sus padres por decisión propia. “Tengo una familia chévere, me gusta estar con ellos. Quiero mudarme después, no ahora. Uno nunca sabe cuándo se va a quedar sin mamá o papá y hay que disfrutarlos”. Siempre explosiva, Dani Picas opina que “si alguien tiene que decir que yo tengo problemas familiares para poder explicarse mis acciones que no le gustan… ¡Que lo hagan! Yo sé cuál es la verdad”.

Cuando uno habla con estas chicas hay un término que surge una y otra vez: doble moral. “Si enciendes la televisión todo es sexo. Te muestran una chica hermosa para vender un producto y eso es aceptado, pero lo que nosotras hacemos no”, dice Stephanie. Nina define su trabajo como vender una imagen. Nada más. “No vendemos nuestro cuerpo. Las modelos de Victoria’s Secret también venden su imagen, pero a ellas no las tratan mal”, apunta. Y no sólo es así en la pantalla o los catálogos. Stefa Daniels recuerda que hace tiempo, en un supermercado, vio a dos chicas en traje de baño encargadas de regalar muestras de pasta sin que nadie se ofendiera. Por un lado, nuestra sociedad vende sexo constantemente, opina; pero por el otro lo reprime y lo critica como si fuera algo malo.

Ellas le dan la cara a esa doble moral. Rechazan la idea de que son personas sin valores. Mariana, una camgirl bogotana de 25 años, conoció hace tres años a un chico neozelandés que le atrajo bastante. Hablaban a diario por internet, hasta que él le dijo que no volvería más porque ver chicas desnudándose estaba mal. Era, en su lógica de cristiano, algo reprobable. “Le conté que era católica practicante –en ese momento yo era líder de un grupo de oración– y que esto era natural. Así que se quedó. Dentro de un mes cumpliremos un año de casados. Él se vino a vivir acá por mí. Ahora, antes de conectarme, los dos nos arrodillamos y le pedimos a Dios que sea un día bueno, que se conecte gente chévere, que todo esté feliz”. La familia de Nani también es cristiana. “Mi mamá creía que esto era lo peor del mundo. Lo que hago no tiene nada que ver con mis valores”, explica. Los padres de Sofía Kitty, que también se define como una chica religiosa, reaccionaron de forma muy similar. Aunque hoy lo aceptan, al principio creían que había un demonio dentro de Sofía.

  • ¿Eres una víctima? –Le pregunto a Nani.
  • No.
  • Y si alguien te dijera que quiere rescatarte, ¿qué le responderías?
  • Déjenme aquí hundida. Estoy perfectamente bien.

Stephanie Mwarnert no le oculta a nadie su profesión: “Nunca me ha dado vergüenza este trabajo. Lo que sí me daría vergüenza es que alguien me viera robando. Jamás sería capaz de hacer algo así. Pero vivimos en una sociedad –esto lo dijo John Lennon– en la que está permitido ver atracos, corrupción y muerte… De todo menos a dos personas haciendo el amor”. Esa doble moral explicaría bien por qué, como dice Brenda, mucha gente mira a las camgirls con desprecio, mientras que a los políticos corruptos, por ejemplo, les sonríen.  Con la emoción con la que siempre habla, Dani concluye: “Si a una mujer la empodera usar ropa, eso está bien; si a otra mujer la empodera desnudarse, también está perfecto. Nadie puede decir qué es lo que me hace sentir bien a mí. Si no quieres hacerlo, genial, pero eso no te da derecho a juzgarme”.

Después de unos minutos, Sofía terminó con lo que estaba haciendo. El trabajo, perfectamente ejecutado, puso sus mejillas de color rojo. Su respiración, como la de todos nosotros, voyeristas, continúa agitada. Simultáneamente, en Los Ángeles, en Madrid, en Bogotá y en Canberra, continúa agitada. Nosotros estamos felices. Ella también está feliz.

Más en Entrevistas Escritas

 

 

Lo más leído…

Etiquetas

 

Arriba
Conversa con Nosotros
Enviar