Connect with us

Sor Pía, mi dulce recuerdo y mi gran bendición

Confesiones SIN CENSURA

Sor Pía, mi dulce recuerdo y mi gran bendición

Antes de cumplir mi mayoría de edad, sor  Pía  me hizo vivir lo que ahora para mí fue una bendición, y mi más dulce recuerdo.

Era costumbre de casa visitar la iglesia los días domingos en el pueblo de mis abuelos, uno de esos domingos el párroco de la iglesia solicitó que las personas jóvenes de la comunidad asistieran a las llamadas escuelas dominicales con la intención de prestar servicio a la comunidad con los niños.

El líder de estos chicos era un hombre de aproximadamente 25 años, robusto de corte militar con vestimenta muy prolija. El segundo líder era una chica muy bonita y por su expresión física y verbal se notaba que era de la parte alta de la sociedad del pueblo. Yo vestía un traje muy simple una falda verde menta una camisa de cordones en el pecho color rosa, mis zapatillas blancas y mi cabello sobre los hombros peinado en dos trenzas.

Sor

Al empezar la conversación logré sentir cierta tensión sexual entre los participantes y líderes, el intercambio de miradas y caricias sutiles entre este par de inocentes me hacían sentir incomoda pero a la vez despertaba en mí cierto interés; mi vida sexual era limitada por no decir completamente inexistente, sólo había estado con una persona en mi vida pero no fue algo que me marcara, habían situaciones que recordaba mejor como mis incontables noches de soledad en mi habitación en compañía de pato un juguete de hule que se convirtió en el mejor amante que una chica puede tener.

Lee también:¡Lo hice con un sacerdote!

La tensión fue más fuerte cuando a la sala ingreso como coordinador del grupo la madre superiora, una mujer alta delgada de la cual se sabía era mujer por su vestimenta y presentación; ella me dio la bienvenida y les preguntó a los líderes del grupo que si ellos estaban de acuerdo que esa noche me dieran la bienvenida a lo cual respondieron con la cabeza que sí. En ese momento pude observar el rostro de la chica quien sin darse cuenta mordisqueo el labio inferior.

 Después de la clase la madre superiora se acercó a mí y me hizo una invitación muy cordial al monasterio de la parroquia, me solicitó que fuera en vestido con medias cortas y que por favor llevara la ropa interior que había usado durante todo el día, fue rara para mí esa petición pero la curiosidad fue más fuerte. La cita era a las 5:30 de la tarde, de mi parte el permiso de mi abuelo fue inmediato ya que era una cita de la iglesia.

Sor pía

Me presenté muy cumplida, cinco minutos antes de lo pactado, una de la monjas de allí me hizo pasar a un salón muy sobrio de muebles de madera rústicos las cortinas eran color naranja lo que hacía que la habitación se tornara caliente, la monja que me recibió me ofreció una copa de vino de mora el cual bebí de forma apresurada; no les quiero mentir, pero sentí que el calor de ese licor preparado en su cocina se posó directamente en mis pechos así como cuando te pones frente a un horno de pan. Mi experiencia con los licores era muy vaga por no decir que nula por lo que pensé que era normal.

Pasada una hora de ir y venir de la monja, el dulce vino de mora ya no lo sentía solo en los pechos si no en mi ombligo y en mi vagina. Ahí salió la madre superiora y me beso en los labios como bienvenida a la iniciación, de inmediato llegaron a mí los recuerdos de algo que me decía y repetía mi abuela, «niña un beso en la boca es la clave secreta del tesoro entre tus muslos». 

Lee también: La pequeña muerte

Después de esa calurosa bienvenida la madre superiora o sor Pía como era su nombre, me guió hasta una habitación al fondo de un pasillo poco iluminado. En la entrada sobre la pared una especie de perchero donde sor Pía me pidió muy cariñosamente colocara mis pantis, fue específica en pedir que la parte que cubre mi vagina quedara hacia fuera, a la vista y al olfato de todos.

 Al ingresar a la habitación, estaban los líderes, el hombre robusto y la chica bien vestida. El hombre me entregó un extraño antifaz y la chica una especie de correa o cuero para arriar ganado (hoy sé que era una deliciosa fusta), al fondo de la habitación había toda clase de muebles completamente desconocidos para mí; fue muy llamativo uno en especial que estaba cerca a la puerta era una madera larga con un hoyo en el centro y dos muy pequeños a los extremos este, tras de él una simple silla larga pero sin espaldar; recordé las películas que le gustaban al abuelo donde a los prisioneros los colocaban como castigo o tortura en un artilugio similar.

Sor

Moría de sed y de nuevo lo único que me dieron fue el dulce vino de mora que ahora sentí que era parte de mi sistema circulatorio, me solicitaron ocupar un espacio frente a Sor Pía y otra persona con el rostro cubierto solo me hicieron una pregunta: “¿Eres pura hija?” a lo cual respondí que sí por temor a que lo dijese en ese momento llegara a oídos de mis abuelos en otra ocasión.

A mi respuesta sor Pía solicitó que me sentaran en ese extraño artilugio, mis piernas las colocaron extremo a extremo de tal forma que mi cavidad vaginal y mi ano quedaran expuestos; no me sentía incomoda en esa posición pero si tenía temor por lo que pudiera pasar o lo que pudieran hacer conmigo.

Escribe también: Cuéntanos la fantasía o experiencia más erótica que hayas vivido dando clic aquí

Sor Pía se ubicó en una silla con un orificio en la parte donde se colocan las nalgas pero me era imposible ver cualquier cosa ya que su túnica cubría la silla y sus pies. El chico robusto se puso un extraño pantalón en cuero negro, la chica muy elegante; ella cambió de traje y se puso un hermoso enterizo rojo en malla. Ellos dos no ocuparon ningún lugar de los que allí estaban señalados o con muebles, ellos estaban pasando de forma continua por las sillas ocupadas, en este caso la del hombre con el rostro cubierto la de sor Pía y la mía.

León como se llamaba el chico robusto, se acercó a mi lugar colocándose en rodillas de tal forma que su rostro quedo completamente frente a mi vagina, en ese momento empecé a cerrar y a abrir el orificio por el cual al tiempo deseaba ser penetrada; mientras más sentía su respiración, más húmeda se ponía mi concha y de repente sentí por completo su nariz pero no en mi vagina, lo sentí en mi ano. Sus movimientos eran suaves pero constantes hacia arriba y hacia abajo, después hacia dentro y hacia afuera, siempre con el mismo ritmo. Nunca en mis 17 años de vida había explorado esa parte de mi cuerpo, no sabía que sucedía, pero la humedad de mi ano empezaba a ser tan similar a la de mi vagina que para mí era confuso donde estaba sintiendo placer.

Cuando estaba en el mayor éxtasis, cuando sentía que mi vientre estaba por explotar todo se detuvo, ya no sentí mas la nariz de León brindándome placer, aún sentía mi ano dilatado mi vagina húmeda, no sabía si pedir que me diera más o lo contrario, gritar para pedir auxilio. Desde donde estaba ubicada solo podía escuchar lo que sucedía pero era imposible para mi ver dónde sucedía, solo escuchaba como una mujer gritaba de placer y decía:  «Dame más duro, chupa y dame más duro, todo es tuyo». La voz era muy similar a la de Sor Pía pero hasta ese momento no supe de quién era.

Sor pía

De nuevo sentí que alguien se acercó a mi agujero de placer (bauticé así al hoyo de la tabla) pero esta vez la caricias cambiaron, eran más fuertes en mí clítoris, sabía que era con un dedo, eran constantes pero torpes, eran placenteros pero dolorosos, el dolor que producía me hacía emitir algunos sonidos de placer, no eran muy fuertes porque aún en ese momento para mí no era claro si el plan era darme placer o lastimarme.

De la nada, todo cambió,  las caricias torpes pasaron a esos lamidos de placer, sentía en mi clítoris como un torbellino, su lengua era muy ágil por la forma en que acariciaba mi vagina con ella, se notaba el gozo ya con su lengua dentro de mí. Empezó a sacar de forma muy despacio cada jugo de mí cuando metía su lengua con suavidad, y de nuevo la retiraba, podía sentir como fluía de mí dulces jugos de placer entre sus labios, mi clítoris rojo duro e inflamado y empezó a succionar como si supiera que de allí nace el más mágico elixir.

Extasiada por este fenomenal orgasmo, sentía que todos mis sentidos iban dirigidos a esa cabeza entre mis piernas, me encontraba acostada sobre la tabla tras de mí pero saque fuerzas de mi cuerpo para sentarme y ver quién era el artista, el dueño de esa lengua, de ese mágico pincel que hacía que mi vagina vertiera chorros y chorros de dulces jugos; era Valeria, la chica de malla roja, no sabía qué hacer solo vi alrededor y mientras ella continuaba como gatito lamiendo mi dulce sexo. Logré ver como bajo la silla de Sor Pía solo se veían los pies de León bajo sus cortinas de túnica.

Lee también: Un hombre que sólo quiere hacerlo rudo

El turno era mío y después de sentir el más maravilloso placer indescriptible, después de sentir como mi vagina y mi ano se unían en una sola laguna de orgasmos múltiples, se acercó a mi Valeria y de forma agresiva me tiró de nuevo a la tabla y ató mis manos a cada lado desde las muñecas, liberó mis tetas, mis pezones eran color caramelo redondos y completamente erectos por tan deliciosas sensaciones. Se ubicó sobre mi mano derecha y con sus piernas abiertas empezó a masturbarse con mis dedos; era para mí inevitable colocarlos en tal posición que pudiera sentir la humedad de su vagina. Era suave pero viscoso, era caliente y podía sentir el olor salado de su interior. Ella continuaba con sus movimientos desorbitantes era claro que sentía verdadero placer al acariciarse con mi mano a la vez colocaba su tronco sobre mí de tal forma que lograba alcanzar mi teta y la chupaba igual con la misma ansiedad que lo hizo con mi clítoris.

Después de un rato de masturbarse con mí mano, decidió posar sus nalgas redondas, tiernas y tibias sobre mi pecho y colocó su dulce vagina mojada y caliente en mi boca. Sin necesidad de pedirlo como si tuviéramos una conexión mental saque mi lengua y empecé a lamer de la forma más suave que podía tratando de imitar lo que ella hizo en mí.

Sor

Su concha era diferente, los labios eran gordos no se depilaba del todo, lo que hacía que el olor y la humedad fueran más fuertes; los pliegues de su vagina eran grandes y sobresalientes y su clítoris era grande, duro, morado, parecía un pequeño pene. Empecé a lamer y a chupar hasta que de su boca empezaron a surgir gritos de placer y de su gruta fabulosa su crema caliente, vertió sobre mi boca un gran chorro dorado y ella quedo exhausta sobre mí.

Después de un momento retomó la compostura y sólo se alejó, pensé que era todo y debía irme, pero no, no fue así, frente a mí de nuevo se ubicó León, liberándome de la mejor máquina de torturas que se pudo inventar y tomándome de la mano me llevo hacia un caballete de madera donde estaba colocada Valeria boca abajo. Me posó de tal forma que mi vista quedara completa hacia su fabulosa vagina en  forma de durazno y su espalda delgada me recordó la fusta y el antifaz que al ingreso me habían entregado y me enseño tomándome de la mano cómo golpear esa delicia.

Al principio no quería hacerlo pero después del primer golpe, el sonido de la piel y los gritos ahogados de Valeria en el placer causó en mí un nuevo flujo de sensaciones, mis poros se dilataron y cada golpe que le propinaba hacía que el palpitar de mi vagina se hiciera más fuerte; los golpes eran secos pero fuertes y los gritos eran placenteros pero de dolor.

Sor Pía

De nuevo León me ha tomado de la mano pero esta vez me llevó frente a Sor Pía, quien me ha dado la bienvenida y de nuevo me ha felicitado por excelente desempeño, pero me ha pedido que ahora termine con la preparación de ingreso.

León se ha colocado frente a mí y ha puesto su verga grande frente a mi rostro y con ella ha empezado a golpearme de nuevo; para mí es inevitable abrir la boca y sacar la lengua. Colocó su gran pene en mi boca y Sor Pía me ha pedido que le empiece a mamar, que chupe sin parar. Era verdaderamente grande, llegaba a mi garganta, yo sentía que iba a vomitar, no era placentero, sentía molestia. Cuando de repente todo empezó a cambiar, de nuevo algo conocido y de placer para mi estaba sucediendo otra vez, esa sensación de dilatación en mi ano pero esta vez la magia provenía la lengua de Sor Pía, que aunque era una mujer mayor sabía hacer exactamente lo que cualquier otra mujer querría. Ella solo lamía como un cachorro en su plato de leche, la sensación era tan deliciosa que no pude evitar hacerle la mamada más deliciosa que alguna vez pensé en hacer. Lo tomaba en mi mano y lamia la cabeza al ritmo que la lengua de Sor Pía lamia mi ano; apretaba sus pelotas y sentía como temblaba la polla de León, él me tomo por el cabello y me clavó la polla hasta la garganta tan profundo que creí que me ahogaba. Entre mis labios podía sentir como las venas de su verga se inflamaban más y después de un momento el sabor de su leche viscosa salada y caliente en mi garganta.

Sor pía me puso de pie y me dijo: «niña ahora tu despedida»desnudó su cuerpo y pude ver como de su cintura colgaba una verga falsa (strapon) era de hule y las correas muy hostiles, ya tenía marcas en la cintura de ellas lo que me hacía pensar que era parte de su indumentaria diaria. Me pidió que me colocara de rodillas frente a ella, pensé que lo que ella buscaba de mi era solo el placer que ya le había ofrecido a Valeria; tal cual lo pidió me coloqué de rodillas frente a ella, mi cara quedó frente a su vagina madura, peluda y caliente, sentía el humo del calor que de ella fluía, podía ver las gotas de humedad en los bellos de su gruta y sentía a la vez el olor de la boca de León.

Lee también: Las mujeres me calientan hasta producir chorros de placer en mí

Sin pensarlo dos veces acerque mi nariz allí con el fin de hundirme en esa selva de pelos calientes y mojados, logré sentir su clítoris duro y la verga falsa sobre mi frente; cuando intenté empezar a lamer León se ha puesto tras de mi colocándome completamente en cuatro, Sor Pía de nuevo tras de mí pero de rodillas empezó con el cabezón de su verga de goma a acariciar una y otra vez mi ser. Introducía sus dedos y colocaba dentro de mi ano uno de sus falanges, luego lo sacaba lo chupaba y de nuevo lo introducía, escupía de nuevo ese cabezón y acariciaba con sus manos en cada una de sus nalgas, y sin avisarme cuándo o cómo, clavo hasta al fondo la goma gigante y gruesa en mi ano. Sentía dolor, sentía placer, quería defecar pero no quería que terminara, les decía que pararan, luego les pedía que continuaran y mi cuerpo después de un momento cayó.

Sor

Todo esto sucedió frente al hombre de capucha el cual se puso de pié frente a mí y sólo susurró: «Canela vete a casa ya eres parte de la escuela dominical, la próxima reunión es en quince días». No vi su rostro, sólo me quede allí acostada completamente extasiada, cansada, con dolor, mojada  y con más deseo.

Valeria me ayudó a vestir y a ponerme en compostura antes de salir de ese salón, ella se puso frente a mí y colocó su mano bajo mi falda, acarició mi vagina por última vez y me dijo: «Espero beber de nuevo de este dulce de mora»Salí, me coloqué mi calzón y regrese a casa más convencida que nunca que había tomado la mejor decisión de mi vida.

Canelaone

Por favor comparte en tus redes esta confesión para que otr@s se animen a contar la suya también

Invito a todas las modelos webcam a que se confiesen dando clic aquí y, para conocer las confesiones de otr@s clic acá

Más en Confesiones SIN CENSURA

 

 

Lo más leído…

Etiquetas

 

Arriba
Conversa con Nosotros
Enviar