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El placer de estar en su escritorio

Confesiones SIN CENSURA

El placer de estar en su escritorio

Llevo tiempo como modelo, siempre he querido experimentar tener una relación que produzca en mí tanto placer como el que siento en mis shows. Desde hace mucho, me gusta un amigo, la verdad siempre nos vemos a los ojos de forma pícara, nuestras miradas hablan por sí solas, pero nunca pasa algo más. El saludo habitual es con un beso en la mejilla, cada vez la sensación es extraña, siento que cada vez hay más atracción.

Un día me llama para invitarme a comer, me dice que me busca al salir de clases. Esperaba afuera, yo no sabía en qué carro llegaría, además nunca había llegado a esa confianza con él. Al verlo llegar, sentí que mi corazón saldría de mi pecho, las manos estaban sudorosas y la emoción a mil. Me monté en el carro, lo saludé como siempre, pero ese beso fue diferente. Sentí algo que nunca había sentido, algo iba a pasar.

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Fuimos a comer, conversamos, nos reímos, bromeamos, nos seguimos mirando. Empezamos a dar vueltas por toda la cuidad, me contaba de sus asuntos laborales, y siempre esa sonrisa que me encanta entre cada palabra. Me dice: «¿Estoy libre, qué hacemos?».

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Pasamos frente a una disco y decidimos entrar, luego de varios tragos, risas e insinuaciones, lo invito a bailar. El lugar estaba un poco oscuro así que no sé si bailaba bien o no, eso la verdad no importaba. Nos movíamos al ritmo de la música, dábamos vueltas sin parar y la música nos hacía volar. 

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Las baladas americanas no se hicieron esperar, comenzaron y nosotros las bailamos, me dice que vaya a la rocola y que ponga una canción que me guste, fui y puse una de Madona, Material girl, lo miré y él a mí. Al terminar la canción, le dije que era su turno, fue a puso Persiana Americana, de Soda Stereo. Tarareamos todas las canciones, nos dejamos llevar y la noche llegó a su final, era hora de ir a casa.

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Al llegar a mí casa, me besó en la boca, quería morir, no quería parar de besarlo. Su olor y sus labios eran tan excitantes, que solo quería que me comiera y me llevara a la cama. Me acarició suavemente en la espalda mientras yo deliraba de placer. Se apartó de mí y me dijo “te busco mañana”, y yo acepté.

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Al día siguiente me desperté con ganas de verlo y que pasara de todo. Era sábado, me arreglé y esperé que pasara por mí. Al llegar me llama para que salga, y al verlo, las ganas de que me comiera volvieron a sentirse dentro de mí ser. No sé por qué, pero terminamos en su oficina, nos sentamos a hablar, saca una copa, y comenzamos a relajarnos. Me muestra una revista con fotos de parejas y me pregunta si me gustaría estar ahí, yo sin pensarlo le dije que sí.

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Luego de varias copas, me besa, ya casi desnuda y empapada de sus caricias, no podía creer que estábamos cerca de aquello que tanto deseaba. No quería parar, simplemente me dejé llevar por la excitación, deseaba que me penetrara deliciosamente. Y luego de unos besos, así fue, ya estaba dentro de mí, gemí suave y seductoramente, necesitaba ahogarme en su aliento, quería ser solo suya. Hizo lo que quiso conmigo encima de su escritorio, tocó mis senos, los besó, lamió, chupó y apretó, como nadie lo había hecho. Me preguntaba deseoso si me gustaba lo que hacía y yo extasiada sólo gritaba que sí, que no parara.

Kokea J

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