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Mis gemidos nunca fueron tan fuertes

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Confesiones SIN CENSURA

Mis gemidos nunca fueron tan fuertes

¿Había cumplido mis fantasías? Yo estaba allí. Perpleja en esa cama, casi sin aliento, sudando; mientras que una risa pícara se me escapaba cada vez que miraba a la cámara.

Sabía que él lo había disfrutado. En la pantalla estaba aquel hombre de 27 años, abdomen marcado, ojos azules, una verga grande llena de venas y unos labios rosados que lamía y mordía. Era toda una fantasía. Su respiración estaba acelerada, se reía conmigo y aunque, su vientre estaba lleno de una brillante y jugosa leche, su verga seguía dura. Pedía por mí y yo anhelaba estar ahí, montándola.

Una tarde emprendía mi rutina de aseo y maquillaje para iniciar sesión. A diferencia de otros días esa tarde me sentía más viva, más bella. Recibí un mensaje de aquel chico que, sin pensarlo, gastaba todo su dinero en mi, solo por verme gozar.

—Quiero verte hoy, tenerte solo para mí —me dijo.

Sabía que sería un momento mágico. Mi cuerpo se estremecía al imaginar su rostro de satisfacción, y de nuevo, otro mensaje.

—Será algo diferente, espero que no te moleste pero quiero que sea una cita… a la distancia —

Reí al ver su lado más dulce. Haría todo por satisfacerlo, luego asentí.

—Arréglate, compra vino y unas velas, será la mejor cita —

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El previo

Durante unas horas estuve arreglando mi cuarto. Puse luces tenues, velas aromáticas, fresas, un poco de chocolate, vino. Todo estaba listo.

Llevaba puesto un vestido rojo hasta el piso, que dejaba al descubierto mi espalda, lencería nueva y unos delicados tacones, que sabía, le iban a gustar.

Rápidamente encendí mi cámara. Él ya estaba esperando por mí, su primera reacción fue decirme: ¡Wow! Estas maravillosa.

Empezamos a hablar, llevaba dos o tres copas de vino y el alcohol se empezaba a subir a mi cabeza.

Reímos, comí algunas fresas, contamos cosas de nuestras vidas y así por un rato. De fondo sonaba un blues, me dispuse a bailar un poco para él, no sabía si él quería pero yo deseaba tocarme.

Dejé caer un lado de mi vestido y por encima de mi hombro veía como tomada de su copa, él notó mi deseo y se reclinó un poco, soltó varios botones de su camisa y terminó su vino.

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Los momentos de placer

Acaricié un poco mis senos, llené de saliva mis pezones los cuales se ponían duros cada vez más, lo miré fijamente le pedí que me hiciera suya. Poco a poco soltó su correa, abrió su pantalón y sacó su verga dura y lubricada.

Mis ojos brillaron maravillada, mi boca se humedecía y mi vagina palpitaba, tomé aquel dildo que simulaba era el y lo chupé extasiada de arriba a abajo.

Él seguía mirándome, riendo conmigo y soltando ligeros suspiros mientras frotaba la cabeza de su verga. Me recosté un poco en mi cama subí un poco mi vestido y llevé mis dedos a mi clítoris, era gratificante ver cómo su desespero por follarme lo hacía sudar, agarrar su cabello, mirar asombrado y limpiar su boca.

Divisé en una esquina aquella vara mágica que a él tanto le gustaba que usara y hacía parte de sus fantasías. La encendí y puse en mi clítoris, vibraba más y más fuerte al ritmo de mis gemidos.

Le gritaba que deseaba tenerlo dentro de mi, chupando mis tetas, agarrando mi culo, sudando y penetrando mi coño profundamente hasta llenarlo de esa jugosa leche. Escuchaba como gemía.  

No quería parar, mis piernas empezaron a temblar, mi cuerpo brillaba de sudor y mi vagina tomaba más fuerza para correrse por él. Tomé una vez más aquel dildo y lo metí despacio en mi vagina, estaba empapada y sensible.

Habían dos juguetes en mi coño que me llenaban de placer y un chico a punto de correrse mirándome. Tomé un poco de aire y perdí la noción del tiempo, no escuchaba nada mas que mi respiración. Mi mente se nubló hasta que sentí como mi vagina explotó y chorros salían de mi. Logré ver como en la pantalla aquella verga se contraía y se corría a la par conmigo, quería estar ahí, sentir como su leche calentita me llenaba o caía en mis tetas. Quería pasar de las fantasías del mundo virtual al las fantasías del mundo real.

Hubo una pausa de unos segundos, ambos debíamos recobrar el aliento y los sentidos, no había palabras para describir lo bien que nos sentíamos, solo reíamos y nos servíamos una copa más de vino.

¡Salud!

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