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¡Lo hice con un sacerdote!

Confesiones SIN CENSURA

¡Lo hice con un sacerdote!

Mi confesión no se trata de una fantasía, les contaré sobre la experiencia sexual que tuve con un sacerdote. Estaba corriendo el año 2007, aunque no a la velocidad que corrían mis hormonas. Yo estaba próxima a cumplir 17 años y él tenía 34, solía ser muy traviesa y excelente estudiante. Eso alivianaba en algo mi toque de locura.

Fui criada en el seno de una familia católica conservadora, asistí a un colegio de monjas, nunca fui demasiado religiosa, pero debía ir a misa cada ocho días, porque era la norma en mi casa; todo el mundo hablaba de un nuevo sacerdote que había llegado a mi barrio, de su belleza y amabilidad, yo no lo conocía porque yo asistía a otro templo, pero decidí ir a curiosear, de lejos sí parecía bastante atractivo, así que hice una fila para confesarme con él, no tenía ni idea de qué le diría en esa «confesión». Tenía ya una lista de «pecados» bastante larga, pero sólo quería verlo de cerca, olerlo y en lo posible sentirlo.

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Llegó mi turno y yo temblaba de los nervios, ¡Jesús!, la miopía no me había dejado percibir con exactitud su belleza, tenía unos ojos verdes penetrantes hermosos, unas cejas definidas, unos labios increíblemente provocativos, creo que de sólo verlo tuve un orgasmo allí mismo. La verdad no lo tuve, pero sí, ese hombre era realmente muy guapo.

Sacerdote

Cuéntame tus pecados hija; me dijo una voz varonil pero tranquila, -eh, bue… pues… –con confianza, sólo estamos tú y yo– me dijo, y así era, pero yo no paraba de mirar sus labios y él no paraba de repasar mi cuerpo con su mirada, le dije que me sentía mal porque me gustaba demasiado el sexo, que a veces hasta creía que estaba enferma, ¡en esa época apenas si tenía relaciones sexuales con mi novio!, aunque sí me masturbaba mucho y me encantaba. De inmediato avivó más su mirada sobre mí, para nada lo incomodó o sonrojó mi “confesión”, por el contrario, percibí su morbo todo el tiempo. ¡Eso me encantó!

Cuando llegué a mi casa, que quedaba muy cerca de esa parroquia, estaba completamente mojada, comencé a masturbarme sólo pensando en su cara de morbo y en cómo me había desvestido con la mirada. Continué asistiendo a sus misas cada domingo, dos semanas después me pidió mi número de celular, dizque como una forma de mantenerse en contacto con la comunidad, por supuesto se lo di y pedí el de él de vuelta.  Comenzó a llamarme, nunca me enviaba mensajes de texto, era evidente que no quería dejar demasiadas pruebas, no era estúpido. Cuando me llamaba me preguntaba acerca del colegio, el cual yo ya estaba finalizando, acerca de lo que me gustaba hacer en mis tiempos libres, entre otras cosas.

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Al mes siguiente comenzó la logística para la navidad y la programación de fin de año, me pidió le favor de ayudarlo haciendo algunas carteleras y en otros asuntos, siempre íbamos varias personas a ayudar, sobre todo jóvenes, pero un día sólo llegué yo, llovía a cantaros y me senté con él a organizar algunas cosas, comenzó a hacerme preguntas calientes; cada cuanto tenía sexo con mi novio, qué cosas me gustaba hacer en la cama. Mientras yo respondía, él se acercaba lentamente, hasta que fue inevitable besarnos, me agarró las nalgas fuertemente y me subió a la mesa de trabajo, yo tenía una blusita de tirantes, fácil de bajar, por supuesto lo hizo, comenzó a tocarme y a chuparme los pezones, mientras decía: “qué tetas tan ricas, apenas pa’ chupárselas”, puso mi mano sobre su miembro y me dijo: “mira como me tienes de duro, ¿qué vamos a hacer?”. Yo no respondí nada, estaba impactada y a la vez excitada con lo que estaba sucediendo, ¡lo tenía tan duro como una roca!

Después comenzó a meter su mano dentro de mi pantalón, y como si la experiencia le sobrara, localizó inmediatamente mi clítoris, comenzó a darme suaves masajes con sus dedos, yo estaba tan mojada que sin problema pudo deslizarlos hacia adentro de mi vagina, lo que más me gustaba era su vocabulario, tan primario y caliente: “que vaginita tan rica”, “a ver yo veo esa chimbita”, “vea como está de mojadita”, “como para enterrárselo todo”, “te deseo tanto, deseo metértelo todo, dañarte esa vaginita chiquita que tienes».

sacerdote

Aquel día no se pudo concretar el asunto porque alguien tocó la puerta del salón parroquial para entregarle algo, y además lo estaban esperando para una cena, ¡odié tanto a esa persona!, pero al día siguiente nos desquitamos. Yo me había llevado para mi casa una documentación importante, con toda la intensión de tener que regresar, por supuesto él me llamó y me pidió que se la llevara, me puse la lencería más sexy que tenía y fui a la casa cural, me abrió la puerta y me invitó a pasar, mientras yo entraba y él cerraba la puerta, me agarró las nalgas y me dijo: “Eso si está rico, me lo voy a comer” y así fue…

Con la calentura del día anterior multiplicada por mil, me invitó a su habitación, nos arrebatamos la ropa desenfrenadamente, parecíamos embriagados de placer, yo sólo quería ver su pene, chupárselo y saborearlo, y así lo hice. Tenía un tamaño promedio, ¡me sabía a gloria!, cada vez que lo introducía profundo en mi boca, sus expresiones faciales eran diabólicamente placenteras. Cuando llegó su turno, pasó su lengua por mi clítoris suavemente, yo sentí un corrientazo eléctrico hasta la punta de mis pies, ¡lo hacía tan bien!, eso no parecía algo muy propio de una persona célibe. Luego de la ronda de sexo oral, buscó un preservativo, se lo puso y me miró fijamente mientras metía su pene en mi estrecha vagina. Ese día estuvimos en las posiciones del misionero, de lado y en cuatro, yo tuve tres orgasmos y le supliqué que se viniera en mi boca, cuando fue su momento así lo hizo, él sabía delicioso, nunca he vuelto a saborear un semen con un sabor similar.

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A los pocos días terminé la relación que tenía con mi novio, no era justo seguirlo engañando. Fueron 5 años con este sacerdote, donde tuvimos tanto sexo como nos fue posible, parecíamos animales, no nos importaba el lugar, lo hicimos en la casa cural, el salón parroquial, la sacristía, en moteles y en baños de bares. En el barrio algunas personas sospecharon, pero nunca nadie pudo confirmar nada, fue trasladado varias veces a otras parroquias, en donde me hacía pasar como su sobrina, así yo podía amanecer en la casa cural con él todas las veces que quisiera.

Sacerdote

Con el paso del tiempo, todo terminó, pero no por falta de pasión, sino porque era una relación sin futuro en otros ámbitos. Hasta ahora ha sido el mejor amante que he tenido, él transpiraba pasión ¡y esos ojos!, esos malditos ojos verdes penetrantes aún me desvisten en mis sueños húmedos.

 Tightazz

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