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Soy una buena puta

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Confesiones SIN CENSURA

Soy una buena puta

La vida no es fácil. Sobre todo en este país donde las condiciones no se prestan para nada. A mis 22 años terminé la carrera en la universidad. Me fui de casa y juré no regresar. Salté de trabajo malo en trabajo malo y mis pequeños ingresos no daban para mucho. Estaba sobreviviendo. Pero un día me quedé sin empleo y el dinero dejó de fluir. 

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El arriendo estaba pago por adelantado así que tenía un par de semanas con techo y servicios cubiertos antes de caer en la indigencia.

Con mis últimos ahorros podía comer cosas baratas, pero ya estaba al límite. Necesitaba algo urgente para no tener que regresar con el rabo entre las piernas a la casa de mis papás.

Una mañana encontré un anuncio en Internet: «Empresa busca chicas para encuentros privados. Clientes solventes y educados. Altos ingresos. Teléfono…» ¿Puta? Jamás. Seguí revisando, pero mi mente se quedó pensando en aquel anuncio. «Altos ingresos». Era tentador.

No sé en qué pensé en ese momento pero no dudé mucho en marcar al teléfono.

–¿Aló?

–Hola, llamaba por lo del anuncio.

–Claro ¿De verdad te interesa o solo es curiosidad?

–Sí, me interesa bastante.

–¿Cuántos años tienes?

–25 recién cumplidos.

–Perfecto ¿Y nos podríamos ver hoy en equis lugar para hablar?

–Sí, por supuesto.

–Perfecto. Mi nombre es Jazmín. ¡Te espero entonces!

Colgué medio desubicada ¿Por qué hice eso? Jamás trabajaría en algo así. Y lo pensaba mientras caminaba al lugar de la cita.

Entré. Las rodillas me temblaban, quería huir pero fui asimilando todo cuando vi a la chica esperando. Era una mujer de unos cuarenta años, nada fuera de lo común pero era atractiva. Me miró unos segundos y sonrió. La sonrisa era cálida y me generaba confianza así que me acerqué y me presenté.

–Me llamo, Laura– dije.

–Mucho gusto, Jazmín– y me extendió su mano.

Me examinó de arriba abajo como revisando mercancía, y pues, un poco eso iba a ser yo.

–Sos muy bonita y muy sencilla, parecés una estudiante inocente, mis clientes buscan mucho eso.

–Vea usted, muchas gracias– respondí.

Estaba muy nerviosa, no sabía ni qué decir y me miró tiernamente.

–Te noto asustada, pero eso es normal, ¿Por qué querés hacer esto?

–Por el dinero.

–¿Para qué necesitás dinero?

Le conté mis problemas y me escuchaba educadamente, parecía interesada.

–¿Y por cuánto tiempo vas a hacer esto?

–Dejé mil hojas de vida en todas partes. Si me sale algo en lo que yo hago, lo dejaría de inmediato.

En ese momento pensé que me había echado la soga al cuello y que me iba a decir que no.

–Me parece muy bien. Se ve que eres una niña inteligente. Al principio es «plata fácil» pero también hay tiempos malitos, la verdad. ¡Probemos! Me gustás mucho.

Me contagió su tranquilidad.

–Yo tengo una lista con gente que busca compañía cuando viene a la ciudad. Artistas y extranjeros. Son personas que exigen absoluta discreción. Yo le mando a mis clientes un catálogo con las niñas disponibles y los servicios que ofrecen ¿Qué ofreces vos?

–Bueno, no sé, lo normal.

–¿Hacés mamadas, sexo anal, lésbico, fetiche de pies, de cuero, dominación?

–Sí, claro, todo eso– respondí mientras me iba sintiendo más loca.

–Perfecto, si te parece, vamos a mi casa, te tomo algunas fotos para el catálogo y seguimos hablando.

–Sí, no hay problema pero… no estoy muy sexy que digamos.

–No te preocupés por eso, vamos.

Caminamos a un edificio y yo la seguía de cerca todavía pensando en escapar. Su apartamento se parecía a ella, no era increíble pero era agradable, limpio, cálido.

–En ese cuarto hay ropa de todo tipo. Hay hasta disfraces. Elegí algo que te guste y volvés para las fotos.

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Me quedé un rato viendo, vestidos de cuero, transparentes, de enfermera… Al final el que mejor me quedó fue un uniforme de colegiala: una camisa blanca, una falda muy corta de cuadros, y unas medias hasta la rodilla. Me sentía ridícula, pero podía mejorarlo. Entonces me puse mis gafas recetadas y me recogí el cabello. Me veía mucho más joven y con aspecto de intelectual.

Cuando salí Jazmín se sorprendió.

–¡Que sexy! Te va a ir muy bien. Párate aquí, por favor. 

Me tomó una foto y comenzó a pedirme posturas para las demás: morbosas y explícitas. Me estaba esforzando y ella solo sonreía.

Después de más de treinta poses me dijo que tenía suficiente material.

–Va a estar muy difícil elegir las mejores. Me encantaron todas.

Yo nunca me había tomado fotos así, pero me pareció excitante verme como modelo.

–Ya tenemos todo y sabemos lo que vas a ofrecer pero falta lo más importante.

–¿Qué cosa?

–Saber si sos capaz de follar por dinero con cualquiera, si podés cumplir los deseos de un cliente.

Era verdad. No fui a tomarme fotos con una amiga para poner en el Facebook. Estaba con mi futura jefa preparándome para la venta. Me quedé muda sin saber qué contestar.

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–Es que siempre es lo mismo, vienen muy confiadas pero cuando llega la hora de la verdad salen corriendo. Sos hermosa y podemos hacer mucho dinero pero no quiero arriesgarme, tengo que saber hasta dónde sos capaz de llegar.

Fue a una habitación, regresó, me tomó la mano y me entregó dinero suficiente para pagar el alquiler un mes. No entendía.

–Quiero que te masturbés para mí.

Me quedé tiesa.

–Pagué y te di una orden como cliente, cumple.

Este era el momento decisivo, aceptaba o me iba a casa.

Caminé hacia el sofá, me senté y desabotoné mi camisa. Comencé a acariciarme el cuerpo con los dedos. Respiré aliviada porque logré el primer paso. Paseaba las manos de mi pecho hasta el cuello.

No era consciente de lo que hacía hasta que levanté la cabeza y vi a Jazmín sentada frente a mí, con la falda arriba, las piernas abiertas y una mano entre sus bragas. Verla masturbándose me prendió de inmediato. 

Me quité la falda y el sostén. Mis pezones se endurecieron y tiré de ellos suavemente, masajeando y acariciándolos con la palma de la mano. El deseo en mi entrepierna aumentó de inmediato.

Abrí mis piernas y dejé mi vagina expuesta a los ojos de Jazmín. Los labios de mi sexo se abrieron provocándome una ola de placer y sentí como se tensionaba mi clítoris. Sonreí por lo morboso que me resultó que alguien pagara por verme.

Introduje la punta de mi dedo y un pequeño gemido surgió inconsciente de mi boca. Luego posé mi dedo en mi clítoris, tan grande, tan húmedo y mis piernas querían cerrarse nuevamente, no por pena, sino porque mis músculos se estremecían de tanto placer.

Mi lengua mojaba mis labios y mis dientes mordían mi labio inferior de vez en cuando para evitar gemir demasiado fuerte. Mi otra mano bajó también a mi entrepierna.

Mientras un dedo jugaba con mi clítoris otro acariciaba la entrada de mi vagina y entraba con timidez.

Me excité más al escuchar que Jazmín también estaba gimiendo. Introduje dos dedos y acaricié todo el interior de mi vagina. Cada vez que gemía, mi clítoris crecía más y mi sexo se contraía. Mis dedos empezaron a entrar y a salir despacio mientras mi otro dedo aumentaba la velocidad sobre mi clítoris.

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En ese momento Jazmín caminó hacia mí con lujuria en la mirada. Se arrodilló frente a mí y aunque me intimidó un poco le abrí bien las piernas, lamió el interior de mis muslos y luego siguió hasta mi vagina. 

Su lengua reemplazó a mis dedos y su boca comenzó a chupar. Sus labios no paraban y empezó a introducir sus dedos frenéticamente. Se me olvidó por qué estaba ahí y empecé a gemir con fuerza.

–¡Qué rico!– le decía mientras me mordía los labios.

Deseaba que los dientes de esa mujer me destrozaran el clítoris.

Sentí que algo en mi interior iba a estallar. Y de la nada, un calambre me recorrió el cuerpo. Cuando reaccioné estaba gritando de placer, rogando que no fuera a terminar. Mi coño se contrajo tanto que Jazmín no podía sacar sus dedos, y mi clítoris quedó tan sensible que cada roce de su lengua hacía mover mis caderas adelante y atrás, pidiendo mucho más…

Jazmín me observaba desde abajo feliz, satisfecha, con la boca llena de mis jugos. Se paró, se acercó a mi cara y me dio un beso en los labios.

–Ponte la ropa.

Fui volviendo a la realidad, confundida, no sé si avergonzada. Fui por mi ropa y me vestí desubicada. Al salir, Jazmín me estaba esperando sonriente y tranquila como si nada hubiera pasado minutos antes.

Se acercó y me dio más dinero.

–Lo que te di fue por verte masturbar, esto es por el servicio extra. Sos una buena puta.

Soy una buena puta. Desde ese día, cuando me llaman puta por ser modelo webcam, sonrío y recuerdo ese momento.

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