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Confesiones SIN CENSURA

Simplemente ella

Soy artista, algo misántropa, escritora, alcohólica y camgirl hace varios meses. He pasado por diversos estudios y todo siempre había sido rutinario, dentro de lo normal: cámaras, horarios, usuarios, privados, insinuaciones y pequeños orgasmos a diario.

Soy fetichista, adoro el dolor, usar tacones, medias liguero, veladas y de encajes, el fetiche de los pies me vuelve loca. Amo que me los laman despacio, que una lengua sedienta recorra cada pliegue de mis plantas y masturbar con ellos me moja a montones.

Decidí retirarme de mi último estudio hace menos de un mes. Buscando, llegué a uno muy bello, con gente culta y que forman muy bien. El dueño, un señor guapo, elegante, con un olor delicioso; como a orgasmo con gomas ácidas.

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Verlo me excita demasiado; sus manos al hablar, sus gestos, su mirada, la propiedad con que abordaba todos los temas, su voz. Mi humedad la sentí constante al aprobar casi todo lo que me decía en la entrevista. Me mostró el lugar; yo llevaba un vestido negro y tacones y pude notar que yo tampoco le era ajena. Le encantaba mirarme el culo y, teniendo en cuenta eso, subí un poco más mi vestido, solo por sentir esa mirada lasciva en mí.

De la nada llegó ella (su esposa o mujer o amante, no sé), una mujer tan brutal como sexual. Pelinegra, de labios gruesos, piernas firmes, ojos claros y pies perfectos. Llevaba unos tacones negros abiertos que dejaban ver un pedicure francés detonante.

Sentí ganas de lamerla, de lamerlos a ambos, de destilarlos con mi depravación, sentía mi vagina hacerse agua. Él se apresuró a presentarme con ella, hasta su nombre es delicioso, pero me lo reservaré. Con una contemplación perfecta me observó, se acercó casi intimidante y me saludó cortes invitándome hacia otra sala (la de maquillaje). Allí se sentó acercándome una botella de agua con gas.

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¿Tienes sed? dijo- demasiado coqueta. Escuché como el dueño se retiraba. Lo perdonarás -me dijo- pero tiene que marcharse, quedo yo a cargo, cuéntame de ti; ¿Dónde vives, qué edad tienes, tu experiencia, tus fetiches…? Yo me sentía totalmente aniquilada, soy muy bella, a diario me lo dicen, pero ella es de otro mundo. Me quede casi hipnotizada en sus tacones, sus pies, sus dedos fascinantes… Sonrío, y acertó casi con prepotencia.

-Pies supongo, es raro en una chica-.

Me sentí ruborizada, -los tuyos son perfectos – le dije, controlándome un poco. Sin reparo se descalzó muy despacio dejando que sus tacones jugaran en un vaivén exquisito. ¿Te gustan? – dijo finalmente.

El ambiente se empezó a sentir atrevido, sexual, rojo, era fetiche puro verla allí. Y sin dejar ni que contestará a su pregunta me pidió que yo quitará también mis tacones. -Supongo que una fetichista de pies, tiene unos pies tan suaves y deliciosos como quiero creer – me dijo con voz severa. Quedé impactada y me descalcé entre intrigada y feliz.

-Sí- le dije finalmente- fetichista de pies, y estoy amando los tuyos- concluí.

-No, los míos serán luego- aseguró- y acercándose como el animal más bello se puso de rodillas ante los míos. Su lengua era tan roja, tan larga, tan viva, parecía bifurcada. Los tomó con vehemencia y su saliva los empapo por completo. Pasó su sed por mis plantas, por mis dedos, por cada arruga y curva de mis pies y empezó a mamarlos como si una gran verga llenara su boca.

Nunca en mi vida había tenido un orgasmo tan prolongado completo y variado como ese, sin siquiera rozar mi vagina me derramé a chorros.

Sigo allí, y trabajo feliz. Nuestro fetiche y gusto esta siempre latente, puro y húmedo.

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Ariadne

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