Connect with us

La noche que finalmente conocí un hombre

La noche que finalmente conocí un hombre

Confesiones SIN CENSURA

La noche que finalmente conocí un hombre

Tenía meses sin que un hombre me hiciera sentir como mujer. Mucho más sin que uno me hiciera venir, sentir placer profundamente.

Quizás eran los chicos que me invitaban a salir, ellos eran el problema porque me hacían enojar y no me hacían venir ¡Qué decepción!

Abrí una cuenta en Badoo, esperando algo diferente, pero encontraba más de lo mismo. Lo único que decían era:

“Vamos a culear,” “te voy a sentar en la cama y metértela profundo y duro,” y “te voy abrir las piernas y escupirte mucho”.

Días después me llegó un mensaje mientras dormía. Se trataba de un americano, mayor, un hombre de negocios que no ocultó sus intenciones.

 “Me gustan tus ojos y me encanta tu sonrisa. Tienes un cuerpo muy sexy. Es mi última noche en Bogotá. Me encantaría invitarte a cenar y pasar la noche contigo”, me escribió.

Yo estaba ganosa, cachonda y desesperada.  Hice la cita y nos encontramos.

 La cena fue amable, nada especial, fue en el restaurante en el hotel donde se estaba quedando. Era completamente claro que él solo quería saciar su antojo.

“My habitation tiene una vista hermosa de la ciudad. Ven para mostrártela”, me dijo después de la cena.

Él no escondía lo que quería. Normalmente, yo le hubiera hecho el reclamo, pero había algo de él que me hacía sentir diferente.

 Entramos a la habitación y abrió las cortinas. La luz de la ciudad iluminó la habitación, pintando mi piel blanca con sus colores. Mis ojos estaban fijos en las luces de la ciudad, ni sentí cuando caminó atrás de mí, me agarró de mis brazos, y susurró suavemente en mi oído. 

“¿Cómo te gusta que te hagan venir los hombres?”, me preguntó.

“Los hombres no me pueden hacer venir. Solo yo puedo”, le dije queriendo desafiarlo.

 “Yo no soy como los otros”, respondió.

Movió mi cabello y suavemente comenzó a besar mi cuello y mis hombros. Sentí su mano acariciando mi cara, moviéndola para darme un beso.

Nos besamos muy suave y tierno. Me quería dar vuelta, colgar mis brazos de su cuello para que me besara más, pero no podía. Sus manos estaban en mi cadera, abrazándome fuerte.

Me derretí. Ni sentí cuando sus manos abrieron los botones de mi blusa y estaba rozando mi barriguita y debajo de mis senos.

 Me excité más y más con cada caricia. Podía sentir mi vagina mojarse cada vez más. Este hombre sabía cómo hacerlo.

Me levantó el sostén y comenzó a masajear suavemente mis senos. Sin parar de besarme por todo mi cuello, mi cara, mis labios, sentí abrir el botón de mi falda.

Se sentía tan rico. Mi vagina estaba deseosa de atención.

Con un brazo sosteniéndome y la otra mano rozando mi vagina, empezó a masturbarme. Mi vagina y clítoris no dejaban de pulsar.

 Estaba sintiendo la acumulación de mi orgasmo, poco a poco. Luego, me ensartó un dedo, después dos.

 Mientras me chupaba mis orejas, sentí acelerar su ritmo, hasta que estallé y sentí derramar todo mi orgasmo.

Quedé parada ahí, débil en las rodillas, incrédula y todavía completamente vestida. Satisfecha como nunca antes solo de sus manos y besos. Lo volteé a mirar, ya estaba sentado en el borde de la cama.

 Fui, y me entregué. Esa noche era completamente de él.

Más en Confesiones SIN CENSURA

 

 

Lo más leído…

Etiquetas

 

Arriba
Conversa con Nosotros
Enviar