El deseo escondido por mi jefe

Llevo noches deseando estar con mi jefe, tengo fantasías con él, que me folla duro y me hace venir varias veces. Se llama Roberto, gerente de la oficina de mi otro trabajo, tiene 34 años de edad y está buenísimo.

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Siempre fui homosexual, lo he sido abiertamente desde los 17 años.

Cada vez que hablo con él siento que se me va la respiración, las manos me sudan y a veces no lo puedo mirar a los ojos. Siempre fantaseo con él, que estamos en un motel, en el carro, incluso aquí en el escritorio de su oficina; me mojo cuando lo veo en el trabajo, tanto, que me hace llegar a casa a masturbarme de las ganas que le tengo.

Ayer mientras hablaba con mi jefe por teléfono, me estaba masturbando, imaginaba sus caricias, la forma cómo besaba mi cuello, mis labios, que me jalaba y me hacía suya. Debo confesar que anoche cuando fui a la nevera ayer me excedí, estaba buscando algo para tomar, me traje una botella de agua y estaba tan caliente que decidí meterme esa botella en mi vagina y luego en mi culo. Se sintió tan delicioso, mi culo estaba apretado y mi vagina muy mojada, estaba tan excitada que casi lo llamo para que me escuchara gemir o para que me viera por videollamada.

Miraba su foto y un video que tiene en una red social, imaginaba que estaba encima de mí, sujetando mis brazos con fuerza, que me tenía amarrada, que me daba tan delicioso por mi culo, que le pedía que sacara su pene para chuparlo y que siguiera metiéndomelo, luego que penetraba mi vagina, lo más profundo, que sentía como se venía dentro de mí. Pero antes de eso penetraba mi culo y vagina simultáneamente chupándoselo cada vez que me lo sacaba y metía por el otro orificio.

Dios, debo admitir que en este momento me estoy tocando, estoy demasiado caliente y mi vagina está mojada. Escribo esto temblando y deseando que este aquí haciéndome sexo oral, quisiera escuchar su voz y que vea como meto mis dedos en mi vagina caliente y apretada; meter mi botella imaginando que me besas, me dices palabras sucias, me ahorcas y me das cachetadas.

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Algún día espero confesárselo y que se atreva a comerme sin importar nada, sin prejuicios, que me satisfaga este deseo que siento por qué ya no aguanto más.

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