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Nicole, mi primer encuentro con el verdadero placer

Confesiones SIN CENSURA

Nicole, mi primer encuentro con el verdadero placer

Un grupo de amigos y yo, decidimos hacer un cuarteto en busca del placer verdadero en el que participábamos tres chicas y un hombre, entre ellas, Nicole. Nos encontrábamos en un motel muy fino y el acto dio apertura en el jacuzzi. Fue el único contacto que tuvimos entre los cuatro ese día; charlas, chistes, caricias y besos fueron la antesala.

Me hubiera encantado estar a solas con Nicole, pero agradecía haber recibido de ella esa oportunidad que me brindaba para conocerla. La pareja entraba en calor mientras ella y yo, para no sentirnos excluidas, seguimos sus pasos; fue un método poco rebuscado para que nuestro lésbico fuera un acto de lo más natural posible.

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En la sala gran parte de los shows entre mujeres eran fingidos, a diferencia de aquellos en los que participábamos las que nos sentíamos verdaderamente atraídas por otras mujeres. No sabía exactamente si Nicole y yo fingiríamos o nos amaríamos hasta el momento en que se me acercó al oído para pedirme que la tocara, mientras introducía su mano entre mis piernas. Mi corazón palpitó, mi sexo se humedeció y el acto comenzó.

Nicole

Me senté frente a ella y nuestros vientres se unieron, nuestros pechos se rozaron, y las piernas abrazaban el cuerpo de la otra. Besos y caricias me hacían recordar el angelical encuentro con la mujer rosada al tiempo que me preguntaba dónde se hallaba el nombrado toque demoníaco esencial en toda feminidad.

Noté que sus pezones se endurecieron; ver que sus mejillas se sonrojaban me dio la seguridad que me faltaba para hacer de ese momento algo real, genuino y digno de remembrar. Nuestra excitación no podía ser de ninguna forma disimulada, mucho menos fingida.

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Poco a poco olvidábamos dónde y con quién estábamos. Hacíamos de nuestros movimientos una exquisita danza, fuimos invitadas a la cama para expresarnos con comodidad. Allí nos besábamos mutuamente, tocábamos nuestras caderas y nos introducíamos la una en la otra por medio de nuestras manos. Nicole se acercó a la mesa de noche y sacó de su bolso un juguete que nos permitió conocer la profundidad de nuestras almas. Nuestras piernas abiertas de par en par, daban el espacio necesario para que nuestros fluidos se mezclaran y se alcanzaran de la manera más sublime entre suaves gestos y gemidos que nos hacían tocar nuestras almas.

Nicole

Consideró necesario apartar el dispositivo y aprovechando mi posición de entrega, besó mi vagina. Sus movimientos para mí desconocidos me dieron mucho placer y goce, no lograba controlar la tensión de mi cuerpo e intentaba resistirme a las nuevas sensaciones que su lengua me ofrecía. Mirarla embelesada con mi prominente clítoris, ahora hinchado por su acción, me daban la certeza de que era una amante en todo el sentido de la palabra. 

El tiempo y el espacio se detuvieron, mi cuerpo se manifestó. Sentí la necesidad de orinar y le pedí de manera abrupta que se detuviera, aún no se por qué. Tal vez no estaba preparada para mi primer orgasmo aunque en ese momento lo sentí como tal.

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Ahora era su turno, seguro esperaba su recompensa, su maliciosa mirada habló por ella. Puse todo mi empeño en complacerla así que seguí sus pasos, lo que le hice fue similar a lo que ella me hizo a mí. Supuse que su manera de amar respondía exactamente a lo que a ella la hacía feliz. El método dio resultado. Mi lengua y mis dedos producían reacciones muy naturales de quienes realmente están poseídos por el placer. Tomaba mis manos y mi cabello, sonreía al mirarme, movía su cuerpo como acto reflejo y en respuesta al estímulo que yo le brindaba con mi boca. Ver la otra pareja follando como animales impulsados por el morbo que les generaba ver a Nicole entregándome su vida ha sido una de las mejores cosas que he visto.

Nicole

En un tiempo más corto del que esperaba, pude ser no sólo partícipe, sino protagonista de un momento sacro, en el que el cuerpo de una mujer sufre cambios, dándome la certeza de estar tocando el cielo con las manos. Ella tomó mi cabeza y la apretó contra su vagina, mientras rogaba que succionara su clítoris. Lo hice con dedicación, como si de allí emanara elixir de vida e inmortalidad. Sentí la tensión de sus músculos, el corrientazo que movía de forma involuntaria sus extremidades, el ritmo acelerado de su respiración, su piel color rosa intenso, sutiles lágrimas que brotaban de sus ojos y la notoria hinchazón de su vulva acompañada por un río de fluidos que baño mi esencia. Sentí que mi vida se llenaba de sentido.

Ese momento tan íntimo, tan nuestro, marcaría para siempre nuestros destinos y para bien o para mal, crearía un vínculo eterno en que dos almas se fusionan en un instante místico que las convierte en una sola. Su cuerpo desfallecido se manifestó, necesitaba un momento de calma para disfrutar de las sensaciones posteriores al clímax. La acompañé en su confort tomando distancia, pues era para mí sabido que no toleraba los contactos después de su llegada.

Karenina

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