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Sentir y sentirte, una experiencia única de éxtasis

Confesiones SIN CENSURA

Sentir y sentirte, una experiencia única de éxtasis

Mi vida sexual inició a mis 17 años cuando empecé a sentir. Todo empezó con un chico con el cual duré 7 años; en ese tiempo nunca experimenté un orgasmo, pero ahora sé cómo llegar a él.

Soy madre soltera profesional, llevo poco tiempo transmitiendo, y créanme que he aprovechado al máximo cada experiencia, he aprendido a conocerme, a conocer el cuerpo de una mujer, de un hombre y hasta he aprendido cómo hacer para producir la magia del orgasmo en ellos.

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Un día conocí a un hombre maravilloso, siempre ingresaba a verme, le encantaba mirarme frotar mi vagina con sus regalos para después llevarme a privado y envolverme de magia y completo placer. Éramos como dos locos, nos dejábamos llevar una y otra vez, y él siempre me permitía verlo. Le encantaba que yo actuara el papel de la esposa infiel, que le contara, que le mostrara, para mí, simplemente era único.

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En una transmisión me habla para decirme que decidió viajar a Colombia para vernos personalmente. Estaba algo nerviosa pero ansiosa por verlo. Llegó el día tan esperado, por fin lo tendría frente a mí. Y así fue, era un hombre maduro, interesante y muy serio pero divertido. Esa noche me invitó a cenar, me puse un vestido al cuerpo, use unas medias ligueras con un cachetero que adornaban mis grandes nalgas, fuimos al hotel donde se hospedaba, me brindó una copa de vino, y me besó. Pasión y deseo era lo que mi cuerpo clamaba.

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Él estaba sentado frente a mí, me observaba con malicia y deseo, yo no dejaba de sentir nervios, así que comencé a bailar muy despacio mientras pasaba sus manos suavemente por mis senos, una y otra vez, los apretaba, me los unía y cada vez mis pezones se ponían más duros, sentía como empezaba a mojarme, sentía calambres en medio de mis piernas. Me puse de espaldas para seguir bailándole, cuando me dio una palmada sentí que era una delicia (confieso que me encanta el sadomasoquismo), su boca húmeda besaba mis nalgas,  me iba a reventar. Entonces decido desnudarme mientras él besaba todo mi cuerpo, pasaba su lengua por mi cuello y tocaba todo mi ser.

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Veo que está muy caliente, así que le empecé a quitar toda la ropa; al verlo desnudo, me doy cuenta de que estaba muy erecto, me aproveché de eso y pasé mis labios por la cabeza de su pene; estaba mojado, rosaba mi lengua de arriba abajo, besaba sus muslos mientras lo miraba a los ojos y veía su mirada llena de deseo y placer que me decía que no parara. Su cuerpo se estremecía e introduje todo su pene en mi boca muy lentamente una y otra vez hasta llegar a lo más profundo de la boca, después aceleré mis movimientos y cuando tenía la saliva muy espesa escupí su pene y escuche su voz susurrar:  «Me encanta como lo haces”. Sentí cómo su mano golpeaba mi cara, un golpe duro y seco. Seguí con su pene en mi boca; una y otra vez lo pasaba por mi cara, mi nariz, mis labios, mi cuello, mis senos. Estaba muy excitada, se levantó y me dijo: ¡Acuéstate! Le obedecí y me acosté boca arriba y el comenzó a besarme, mordía mis labios mientras apretaba mis senos, pasaba su lengua sobre mis pezones, rosaba su pene sobre mí vagina muy húmeda y decía: «Estas deliciosa, lo supe desde el primer día que te vi transmitir».

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Empecé a mover mis caderas con deseos de sentí su pene dentro de mí, él sólo lo rosaba por el clítoris de arriba a abajo en forma circular, luego siento como lo introduce y casi estallo de placer. Lento, suave, mis paredes de la vagina se contraían, lo sentía muy profundo y yo sólo movía mis caderas de un lado a otro.

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Él fue muy sutil al abrir mis piernas, puso sus manos sobre mi cuello, sentía que me iba ahogar y así me penetraba duro y más duro, me encantaba porque contraía mucho la vagina y mis piernas temblaban de placer. No quería parar, así que me puse en posición de perrito con mis codos apoyados en la cama y mis caderas levantadas. Sentí su húmeda lengua en mí ano, ¡uff! lo besaba suavemente de forma circular e introducía su lengua y la sacaba mientras con su otra mano metía los dedos por la vagina, luego sacó la lengua de mí para dar paso a su pene, para meterlo por mi ano que ya estaba listo para recibirlo. Fue en ese momento que me hizo viajar a un mundo diferente, lleno de magia, placer, deseo y pasión, para terminar al mismo tiempo feliz con nuestros cuerpos cansados pero liberados de la adrenalina que llevábamos.

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Recuerdo que al terminar le dije: «Que buen esposo eres», ya que en las transmisiones decía que yo era su esposa y me hacía contarle historias de infidelidad hasta hacerlo llegar.

Shirley

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